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20.7.10

Yo también tuve 200 años y un corazón vagabundo

Bicentenario es la celebración de doscientos años que han trascurrido, desde que algo en particular sucedió. Cuando hablamos del Bicentenario de la Independencia de Colombia, no hablamos de algo, para nada particular y muy por el contrario, hacemos referencia a una suma de cosas que hicieron parte del proceso que nos llevó a configurarnos como República. República de Colombia.

Lo anterior implica que ya nos hemos desposeído de una serie de creencias, como que la Independencia de Colombia se reduzca a unos criollos alborotadores que fueron a pedirle “algo” a un tipo Llorente, lo provocaron, le armaron tropel y bueno, terminaron firmando un acta contra el Virrey, pero ofreciendo pleitesía al Rey, en Santa Fe, el 20 de julio de 1810. O también, de creer en el espacio y el tiempo míticos en los que ocurrió la Independencia: no ocurrió en toda la nación, ni tampoco comenzó o terminó en 1810, ni comenzó o terminó en 1819.

La forma en que miramos el pasado ha cambiado. Esa, es una afirmación válida para cualquier presente. Ahora, cuando celebramos el natalicio o la muerte de alguien, escudriñamos un poco en el pasado y luego, hacemos preguntas desde el presente, o analizamos desde las herramientas actuales, o aplicamos cualquier serie de “cosas” del presente a ese pasado.

(Nota: Sobre todo, lo que viene en adelante tiene un propósito meramente divulgativo y no el entablar discusiones académicas. Pido disculpas al académico que se cruce con éstas y se vea, tristemente, enojado.)

Porque celebrar la Independencia hoy, 200 años después, no es hablar de la Independencia, sino por el contrario, utilizarlo como excusa para mostrar el hoy, el en qué vamos, nuestras metas prospectivas (y la razón me la da el discurso que se lee, hoy desde las 7 am, como acto protocolario para abrir la urna del Centenario. Ejemplo: hablan del Compes del Metro). Es pensar la historia con nuestra mirada atada (inevitablemente) al presente. Si todo esto se me concede, quisiera decir dos cosas:

  1. Estimado lector, ¿qué está celebrando usted de este Bicentenario?, ¿qué es eso que tanto le interesa hoy, que además, lo obliga a pensarlo históricamente?
  2. Cuando yo pienso en el Bicentenario, pienso en la pobreza. Me la imagino diferente a la nuestra, pero existente. Comienzo a mirar rápidamente en mi cabeza cómo pasa el tiempo, las ciudades crecen, inauguran acueductos, colegios, prostíbulos y todo se va volviendo algo como es hoy. Así, yo lo pienso como algo reducido y fracasado: el Bicentenario no, la República.

Pero tal vez me distraje en una versión innecesaria y poco común de la celebración: cuando se reflexiona sobre eso que celebramos. Porque la verdad, es que la celebración en sí suele ser algo mucho más alegre. Los unos tendrán almuerzos o cenas con comida típicamente colombiana, otros harán actos simbólicos, marcharán, se reunirán a conspirar o a buscarle solución a tanto conflicto, algunos ni siquiera pensarán en el Bicentenario. Sin embargo, porque soy una de esas personas que la carga ira a la República de Colombia, pero que también, deseo dedicarle mi vida, pienso celebrarla agripado en el hogar materno, escuchando canciones que me hacen pensarla… porque la llevo adentro, por eso, “Me llevarás en ti” de Jorge Villamil:

Me llevaras en ti, como las sombras,
que tienen en la tarde los ocasos;
Como llevan las rosas sus espinas
como los sufrimientos llevan llantos.

Me llevaras en ti aunque no quieras,
aunque pasen los días y los años,
aunque para olvidarme me maldigas hasta el final,
nunca podrás negar que me has querido;
Tampoco has de negar que te haga falta
jamás podrás borrarme de tu vida;
Porque me llevaras, unido a tu recuerdo
como la luz del sol, como el agua y el viento,
porque me llevarás, unido a tu recuerdo.

4.2.08

"Y en la cocina la foto de Uribe"

Son días de profunda desilusión. De discusiones que no se pueden dar y de recordatorios: de política no se habla ni en la mesa. Hoy, muchos colombianos salieron a las calles a protestar contra el secuestro… al menos eso es lo que se dicen muchos. La verdad es que marcharon en contra de las FARC y por ende, marcharon a favor de un presidente mediocre que se está dando un pantallazo político ni el hijueputa. Los organizadores de la marcha explicitaron que no se podía adherir ningún otro interés político, en ese sentido, no se marchaba en contra de la violencia de los paramilitares, del sicariato, de la delincuencia común y menos, mucho menos, la violencia estatal que tanto nos cuesta en este país. Al que no le conste que lea el documento de Human Rights Watch de cómo en el 2007 no hubo un solo avance significativo en el tema de DDHH. Pero había que salir a pavonearse, a hacer creer que todos luchamos por algo, cuando por detrás, se jugaban tres grandes temas: la aprobación de la hasta ahora fallida estrategia belicista del presidente Uribe, la imagen frente a los demócratas norteamericanos y la segunda reelección.

En un cartel que se erige orgulloso en la treinta, se leen falacias, se leen excrementos nacionalistas y entre ellos: “usted ha sido el mejor presidente que hemos tenido por los siglos de los siglos”. Este aire pseudo-religioso es molesto y anticipa la voluntad de algunos por promover un estado fascista y dañino… pero el susto es que anticipa ese futuro oscuro que nos cubre en la incertidumbre de una democracia perdida. Pero claro, otros letreros le dicen a Chávez que respete nuestra democracia y no pienso gastar un segundo de mi vida explicando por qué putas esto que es Colombia, dista de una democracia real. Tal vez si se aceptara a que se juega y la cultura política colombiana lo asumiera de una vez, no sería un juego tan sumamente cruel. Y todo esto por no hablar del cartel contra la traidora frente a la nación, Piedad Córdoba, quien juega con “nuestros sentimientos”.

Es que el asunto es sobre los sentimientos, de personas que nos sentimos ofendidas por la máquina uribista. Andando por la ciento treinta y cuatro, a la altura del caño de la veintiséis, una niña –hermosa, con rasgos totalmente particulares a ella, a esa belleza colombiana que no tiene nada en común con ningún colombiano- mendiga, caminaba con una camiseta de “colombiano soy yo” (los que iniciaron la marcha de hoy). Qué ironía. Qué tan cruel debemos ser frente a esos restos humanos que a nadie le interesan, decirles “mira niña, colombiana no eres, tu presidente no se preocupa por ti”, “nena, allí, miserable, exhibiéndote, es que cumples tu función… esa de aparentar no existir”, porque este tipo está continuando una idea que pocas veces revisamos, esa que Walsh en los setenta, dirigiéndose a la Junta Militar argentina llamó la miseria planificada. De nada sirve que las FARC sea el enemigo común, mientras la miseria continúa siendo el centro del funcionamiento de la soberanía de esta democracia de mentiras.

Cualquier uribista se pondrá furioso. Mamá se pondrá furiosa. A algunos los amenazan. No importa, si seguimos creyendo en nuestra democracia, en el enemigo común que son las FARC y en que la miseria sólo se superará después de derrotar a ese enemigo y los cientos de enemigos comunes que aparecerán después como excusa, entonces, como dice un amigo mío, “nos llevó el putas señores”. Como se lo dije a alguien, es como si usted saliera a festejar que un delantero de su selección metió un gol, cuando todos celebran la victoria de su selección nacional.