17.2.10

Sobre la Fe (con mayúscula)

Primero, éste no es mi tema. Segundo, todo lo que a continuación sigue es simplemente el fruto de reflexiones personales, distantes de contemplaciones académicas. Tercero, no hay un buen hilo conductor, como de costumbre. Cuarto, me disculpo, humildemente desde ya, por lo que sigue.

Creo fielmente que la creencia religiosa está atada a la experiencia de mundo que cada ser humano tiene. La mía fue particularmente extraña: mi madre es católica, desesperanzada muchas veces por el mundo y sus injusticias, por lo que no es seguidora del clero, ni de muchos ritos. Ella, al igual que su propia madre, hablan de la importancia de Dios pero prefieren no tocar las minucias de su muchas veces inexplicable fe. De cualquier manera, la creencia de mi madre se resume en la consigna que dice que lo importante no es la religión a la que uno pertenece, sino que la gente fuera buena. Por otro lado, mi padre siempre profesó su ateísmo, el cual no le impidió tener una postura incoherente frente a "oh, tantas cosas". El siempre me dijo lo estúpida que era la clase de religión que me daban en el colegio y lo estúpido que era el creyente en general. Entre esos antónimos crecí yo.

De pequeño, recuerdo con una sonrisa en la cara, me encantaba rezar el "Ángel de mi guarda" y odiaba o mejor, no comprendía los otros rezos. Desde muy pequeño (7 años tal vez) cuestioné a mis profesores de religión, lo que siempre me trajo problemas. Por fortuna mía, aprendí a concentrarme en los mamarrachos que dibujaba en mis cuadernos y en las notas que compartía con mis amigos y amigas, y así, Dios y sus séquito dejaron de escuchar las pataletas que armaba cada vez que no entendía algo y peor, algo que nadie me quería responder. Unos pocos años después, teniendo mis primeros 12 años, viajé con un amigo del colegio y su familia a una de las costas del país para celebrar la semana santa. Yo no sabía que ellos pertenecían a algo llamado el Opus Dei. El viernes santo y en el calor de la playa nos levantamos los más chicos para encontrar que todo vestido de baño y todo juguete había sido escondido y no sería devuelto hasta el domingo en que viajaríamos de vuelta a la capital del país.

Ese pequeño incidente -así parezca injustificado o sobredimensionado-, es el episodio que recuerdo como el primer momento en que abjuré mi fe católica. De ahí en adelante, todo fue un proceso largo en el que dejé de creer. Primero me sentí más del lado del los agnósticos, pero mi proceso de vida devastó mi creencia: la gente de la que me rodeé, la carrera que estudié, etc., todo me indicaba que dios y sus secuaces (nótese que ya no escribo séquito) eran un invento humano y por esa sencilla razón, al igual que casi todo invento humano, no merecía que yo lo creyera.

Y aquí es que creo, esto se pone bueno -para mí-. En mis últimos años he aprendido con gran dificultad y múltiples choques emocionales, que el ser humana tiene una cierta facilidad para justificarse, encontrar excusas, perdonar y sobre todo, creer en lo que se proponen que sea su creencia, muchas veces apoyándose en unas ya existentes, modificándolas hasta que ya nada queda de su original. Y no veo por qué eso está mal y muy por el contrario he aprendido a entender que esa operación que realizan, es correcta y sensata, como muchas otras de las cosas que el ser humano hace. Pero lo que más me ha costado aprender es que yo también hago esa serie de operaciones y escojo, y es tan demente y sensata y necesaria mi escogencia (en cualquier ámbito) como la que otro tome, así que detrás de todo he aprendido, no ha tolerar, sino a respetar.

Eso me trae al tema por el que desde ayer pienso en esto: los "ateos pontificadores". Esta raza se ha convertido en algo muy común hoy en día: aparecen en Twitter, en el trabajo estatal, en los buses llenos de gente y en restaurantes cuales quiera que sean. Sus principales características son:
1. Intolerancia frente a cualquier tipo de creencia.
2. Dogmáticos en su ateísmo a ultranza.
3. Utilizan cualquier cantidad de palabrotas para descalificar al creyente.
4. Su otro dogma es la ciencia.
5. Suelen estar vinculados al mundo académico.
6. Se vanaglorian de leer a Richard Dawkins, entre otros.

Y lo que todas estas cosas le demuestran a uno es, como ya nos lo ha hecho ver otra gente, que lo que esta raza de ateos ha logrado es simplemente la creación de otros cultos, con otros dogmas y otras reglas, pero sobre todo, han conseguido generar odios e intolerancias basados en los mismos presupuestos de los odios y las intolerancias que los religiosos (no todos) han promovido desde hace tanto. Por supuesto, también se sienten superiores y claro, también creen que deben convencer al otro resto de humanos ignorantes. Hoy creo que este tipo de odios me hacen perder la Fe (la que es con mayúscula, la real) en las personas, pero me calmo, bebo algo y recuerdo que estos intolerantes son unos pocos, tan pocos como los intolerantes religiosos.

El resto, desde donde hablemos, creemos en la hermandad humana y esperamos el día en que comprendamos que nos define algo más acertado que nuestras creencias...

..y tal vez, hasta consigamos dialogar ese día.